miércoles, 6 de marzo de 2013

Almanaque. (II)

Isotypo de Gerd Arntz. (www.gerdarntz.org)
 Otra de las convicciones pasajeras que en la actualidad profeso es que el mejor modo de conocer algo es hacerlo de forma indirecta. Cuando me pregunté, por ejemplo, cuál es la diferencia específica entre los celos y la envidia, no encontré una respuesta satisfactoria en libros de psicología, sociología o filosofía que consulté. Inesperadamente, me topé con ella en un libro de reglas monásticas escrito por un monje cartujano en el siglo XII.
Este, obviamente, es una caso un tanto extremo. Sin embargo, cada vez estoy más convencido de que puntos de vistas alternativos evidencian aspectos del objeto de estudio que suelen pasar desapercibidos en las aproximaciones ortodoxas. Con mis alumnos de ilustración he descubierto que para explicarles nociones como la secuencia, la elipsis, la sintaxis narrativa o la consideración del destinatario en el libro-álbum resulta más claro hacerlo analizando libros de recetas que si empleo libros infantiles.
¿Qué nos puede decir el viejo género del almanaque acerca de la infancia, de cómo explicarle cosas a los niños, de nuestro tarea como creadores? Esta será una de las preguntas que orienta el curso Explicárselo, explicárnoslo. El placer de preguntarse, el sentido de comprender (más información, aquí) y, antes, fue el interrogante que encausó la correspondencia que mantuvimos Grassa Toro y yo mientras formulamos el curso. A continuación recojo las cartas que siguieron a las incluidas en el post pasado.

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De: Grassa Toro
Asunto: Acerca del anonimato
Fecha: 5 de febrero de 2013 09:25:36 GMT+01:00
Para: Gustavo Puerta Leisse

Docto,
el anonimato del almanaque refuerza la idea de certeza.
Lo que firma alguien puede resultar ser verdad o mentira; acierto o error. Lo que aparece escrito sin que nadie lo firme cobra ante el lector la fuerza de lo que se escribe a sí mismo porque no puede ser de otra manera.
Hasta que aparecieron los horóscopos de autor en los periódicos, esta sección era anónima. ¿Cómo puedo fiarme del horóscopo que escribe Pepito Grillo? ¿Por qué tiene que escribirlo alguien? ¿Es que el horóscopo no está ya escrito y lo único que tenemos que hacer es leerlo?
Los almanaques los escriben la naturaleza, la memoria colectiva, los santos, dios. El ser humano sólo puede (y tiene que) leerlos.
a cinco de enero de 2013, día de Santa Águeda en el calendario cristiano. Tetas rodaron por el suelo, y no sólo una vez.
suyo,
Grassa Toro

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De: Gustavo Puerta Leisse
Asunto: Sobre la escritura de almanaques.
Fecha: 5 de febrero de 2013 21:29:44 GMT+01:00

Rector:
En Portugal se publica el almanaque Borda d'Agua. Sigue imprimiéndose en una imprenta tradicional y, en buena medida, conserva esa rusticidad que recuerda al grabado. Me gusta la incursión de seres caricaturescos o droláticos entre sus páginas, tan próximos ellos al mundo del Auca. Dan un poco la sensación de la incursión de lo fantástico en la realidad. En este sentido, distan mucho del Zaragozano, tan contrarreformista él, y de todos aquellos que proliferaron en Latinoamérica con un tufillo didáctico muy positivista.
Lo que pensaba mientras leía su correo es que si bien es cierto que el almanaque tal como lo conocemos es un hijo de la imprenta y, en consecuencia, de la cultura escrita, en muchas ocasiones parece que busca presentarse como un reducto de un mundo oral, tradicional, colectivo... regido por el ciclo de las estaciones, los astros y los santos.
Hay mucho de ilusión, en el almanaque. Y casi que podría decirse que hay una, o varias, poéticas del almanaque. En este sentido, querido amigo, le quería preguntar cómo han de escribirse. Que reglas y/o constricciones se impondría Ud. en esta tarea. ¿El microrrelato es una género almanaquil?
siempre suyo,
Gustavo

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De: Grassa Toro
Asunto: Re: Sobre la escritura de almanaques.
Fecha: 6 de febrero de 2013 09:34:01 GMT+01:00

Docto,
El almanaque es oral en la medida en que pretende ser la voz común, la voz del pueblo, que siempre será oral (aunque se escriba).
Unido al paso del tiempo, unido sobre todo a la variedad (las estaciones) dentro de la regularidad (el calendario anual siempre repetido), no tiene sentido en los países tropicales que desconocen el ritmo de la tierra y, probablemente, esos almanaques latinoamericanos que usted cita didácticos y positivistas, sean copias superficiales, puramente formales y, por tanto, faltas de enjundia.
Para evitar semejantes desvíos, antes de empezar a pensar qué formas de escritura le son propias y propicias, deberíamos ser intransigentes en cuanto a su fundamento: el almanaque tiene que resultar útil a quien lo posee (y ojalá, útil a la comunidad). Pondremos a prueba esa utilidad si una vez impreso lo consultamos diariamente, volvemos una y otra vez sobre él. Respetar el principio de utilidad nos permitirá partir de una atribución de sentido, y eso siempre sale a cuenta.
Un almanaque real, no una forma almanaque.
Y ahora sí: qué escribir.
Hasta donde conozco el género, entiendo que no hay que escribir nada, o muy poco, si acaso: reescribir. El almanaque resulta de la selección de textos (orales o escritos) que nos preceden. Cabe copiarlos o reescribirlos.
En el límite, la selección sería la escritura: renunciar (al resto de textos que no aparecerán) y ordenar (a lo largo del año, que es el libro).
Es seis de febrero, la Agencia estatal de meteorología había anunciado nieve sobre mi cabeza; luce el sol.
Suyo,
Grassa Toro

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