martes, 19 de febrero de 2013

Taller: Explicárselo, explicárnoslo

Isotypo de Gerd Arntz. (www.gerdarntz.org)
Explicar es una forma de narrar. Y pienso que al comparar la explicación y la literatura infantil podemos visualizar ciertos rasgos generales de la escritura para niños que, a pesar de su evidencia, pueden pasar desapercibidos.

En primer lugar, quien explica tiene algo que explicar. Hay un conocimiento precedente. Algo que se sabe o, incluso, que se quiere saber. Pues para muchos, el mejor camino para aprender algo es enseñarlo.
El lector habitual de cuentos para niños o novelas para jóvenes a menudo se encuentra con que muchos de estos libros no cuentan nada o muy poco. Igual sucede con buena parte de los libros de texto. En un caso la narración se centra en el lugar común; en el otro, se recurre a datos o a la presentación de cierta información más o menos descontextualizada. En ambos casos, el contenido es cuando menos deficitario. Hay un problema con el qué contar.

En segundo término, la explicación presupone y se concibe a partir del lector implícito. Pensemos, por ejemplo, en un género como puede ser la receta. Para escribir una hace falta manejar una serie de convenciones propias que van desde el empleo de un vocabulario más o menos especializado, pasando por una sintaxis específica (que implica la enumeración de la lista de ingredientes y cantidades y la organización del procedimiento mediante pasos sucesivos) o elementos semánticos (como las técnicas, los tiempos o temperaturas...). Por cierto, algunos de los rasgos estructurales de las recetas son muy próximos al libro-álbum, como por ejemplo la secuencia, la elipsis, la relación texto-imagen.
Pero para escribir una receta no es suficiente manejar estas convenciones. También hace falta anticipar las dificultades y problemas que puede experimentar el lector; emplear recursos como la fotografía o la ilustración para aclarar ciertos pasos; tomar en cuenta factores externos como el precio de los ingredientes y si éstos se encuentran fácilmente en el mercado; o contemplar otros elementos como el tiempo de elaboración, el número de comensales, los valores nutricionales o el soporte o medio donde se va a incluir esta receta.
En conclusión, escribir una receta, como cualquier otra explicación, implica preguntarse por el cómo en función de un quién y un dónde. En este sentido, pienso que muchos de los problemas que encuentro en la narrativa infantil española actual están vinculados directamente con el hecho de que o bien sus autores no tienen en cuenta al lector implícito o bien la imagen que tienen de éste es muy vaga. Se olvidan del para niños.

En tercer lugar,  bien se trate de una obra ficcional o de una divulgativa, me interesa mucho comprender su para qué. Esto es, su sentido. Desconfío de los libros para niños que anteponen cualquier objetivo al placer. Es precisamente el para qué el que nos indica si el autor del libro en cuestión se sitúa en una relación vertical u horizontal frente al niño. Usualmente detrás de fines loables, buenas intenciones y otras grandes empresas en la literatura infantil se esconden posiciones autoritarias que restringen la libertad interpretativa del niño, su curiosidad y su goce.

El qué, el cómo y el para qué son solo tres elementos de la explicación que nos permiten ahondar en la literatura infantil. Grassa Toro y yo, Gustavo Puerta Leisse, abordaremos estos y otros asuntos en el Taller Explicárselo, explicárnoslo. El placer de preguntarse, el sentido de comprender. Será una experiencia única: dos fines de semana de trabajo presencial (9, 10; 16 y 17 de marzo de 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 20:00) y cinco días de actividades y correspondencia virtual (del 11 al 15 de marzo) para elaborar un Almanaque para niños. Esto será en Víctimas del Celuloide (c/ Santiago, 8. Madrid). Son 250€ y sólo hay dieciséis plazas. Si te interesa, escríbeme: gustavopuerta@gmail.com. Ya os iré contando más cosas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario